El anuncio de ETA del final de su “actividad armada” es una excelente noticia que no puede ocultar el desprecio colectivo por su pertinaz pretensión de utilizar conceptos inadmisibles para pretender dignificar su actividad terrorista.
ETA anunció ayer el “final definitivo de su actividad armada” en una concatenación teatral con la llamada conferencia de Donosti. Esta excelente noticia para la democracia española no debiera hacernos renunciar al rigor en el análisis de las circunstancias en que ha ocurrido. ETA ha llegado al final y la obligación del próximo gobierno de España será gestionar que su desaparición no esté envuelta en una aureola incompatible con la realidad del sufrimiento que ha proporcionado a la sociedad vasca y al conjunto de la sociedad española.
ETA siempre ha tenido obsesión por la semántica. Su jerga revolucionaria ha estado envuelta en conceptos que impregnaron los medios de comunicación. Costó mucho ganarle la batalla de los conceptos. Han pretendido cimentar su legitimación en las palabras: “lucha política por medio de la acción armada”. Todo ello envuelto en la pretensión de un conflicto a resolver al margen de la Constitución y del Estatuto de Gernika.
Su mayor victoria en este terreno se la proporcionó José María Aznar cuando calificó a ETA como “Movimiento Vasco de Liberación Nacional” (MVLN).
En el comunicado de la Conferencia de Donosti, los intermediarios asumieron esas reglas de ETA. No aparece en todo el texto la palabra “terrorismo” ni “atentados”. Las víctimas se consideran etéreas. ETA fue calificada como “organización armada” y su “acción”, que nunca sus asesinatos, fueron enmarcados en el “último conflicto armado de Europa” debido a la existencia de un contencioso político.
La sociedad española está educada para la ansiedad. Eso lo saben bien los terroristas. Ahora el anuncio del final es utilizado por ETA enmarcado en el deseo de que no haya más víctimas por encima de cualquier cosa. Y esa posibilidad ha generado ansiedad en una sociedad que está decidida a que las palabras y la conceptualización del terrorismo no retrase el final de la violencia ni un minuto más.
En el proceso de negociación del Gobierno socialista con ETA, “conseguir la paz” fue un objetivo tan importante que se descuidó el procedimiento. Se le permitió a ETA robar más de cuatrocientas pistolas sin que el proceso se interrumpiera. Incluso Jesús Eguiguren estaba dispuesto a seguir el proceso negociador después del brutal atentado de Barajas.
Hay algunas preguntas sobre la reunión de Donosti que no han tenido respuestas. Pero no hay demasiado interés en saber exactamente lo que ha ocurrido.
¿Conocía el Gobierno los preparativos de la reunión? ¿Manifestó reparos a algunos de los extremos de la reunión? ¿Quién financió ese encuentro y cual fue su presupuesto?
¿Ninguno de los mediadores internacionales habló con el Gobierno para anunciarle el contenido de la declaración final?
En un país con tantos resabios aldeanos como el nuestro, la concentración de una docena de ilustres mediadores internacionales le ha dado un aureola política a lo que es la consecuencia de una derrota policial.
Sería importante resaltar que ETA ha dejar de asesinar porque no tiene capacidad organizativa para hacerlo. No ha habido un ápice de autocrítica con contenidos éticos o morales en las declaraciones de ETA ni en las de sus compañeros de viaje. La sociedad española acepta el final de ETA y no se para a pensar las motivaciones que tienen los terroristas para abandonar el crimen.
No podemos olvidar que todos los actores de esta tragedia están en campaña electoral, excepto las víctimas. Ha habido nervios, ansiedad y prisas y ese es el caldo de cultivo donde ETA mejor se mueve.
La conceptualización de la propia existencia de ETA en la declaración final de Donosti es muy importante, porque les evita la autocrítica demoledora de que han estado sembrando el sufrimiento para no conseguir nada. Asesinatos sin resultados: una lección importante para el futuro que no nos podemos permitir el lujo de camuflar con dulces palabras que envuelvan el crimen en cosas como “lucha armada”. La tecnología del tiro en la nuca es inseparable de la conceptualización de que eso es sencillamente un crimen, y no una “ekintza”.
ETA no ha seguido matando solo porque no ha podido seguir haciéndolo de una forma sostenible. Así de claro. Curioso que “sostenible” se pueda utilizar como concepto incluso para el crimen organizado.
No podemos olvidar que todos los actores de esta tragedia están en campaña electoral, excepto las víctimas. Ha habido nervios, ansiedad y prisas y ese es el caldo de cultivo donde ETA mejor se mueve.
Si se trata de aceptar que lo protagonizado por ETA ha sido “lucha armada” en el contexto de un “conflicto político” pendiente de solucionar, el comunicado de ETA es solo un eslabón más, excepto para aquellos que le puedan sacar rédito político el próximo 20-N. En su comunicado de ayer, ETA insiste en el poder de sus palabras cuando anuncia el “final definitivo de su actividad armada”. Y naturalmente vuelve a reivindica la existencia de un conflicto vasco.
Soy de los que piensan que llamar a las cosas por su nombre no es un problema gramatical ni semántico, sino que influye directamente en las consecuencias políticas que conllevan esos comportamientos. ETA no ha sido otra cosa que una organización terrorista. Ni más, ni menos. No merece la pena que por haber acelerado unos días un comunicado perdamos esa perspectiva histórica de lo que ha sido el terrorismo de ETA.
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